10 Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las
necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues,
cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.
11 ¡Vedme aquí hecho un loco! Vosotros me habéis obligado. Pues
vosotros debíais recomendarme, porque en nada he sido inferior a esos
«superapóstoles», aunque nada soy.
12 Las características del apóstol se vieron cumplidas entre vosotros:
paciencia perfecta en los sufrimientos y también señales, prodigios y
milagros.
13 Pues ¿en qué habéis sido inferiores a las demás Iglesias, excepto en
no haberos sido yo gravoso? ¡Perdonadme este agravio!
14 Mirad, es la tercera vez que estoy a punto de ir a vosotros, y no os
seré gravoso, pues no busco vuestras cosas sino a vosotros. Efectivamente,
no corresponde a los hijos atesorar para los padres, sino a los
padres
atesorar para los hijos.
15 Por mi parte, muy gustosamente gastaré y me desgastaré totalmente
por vuestras almas. Amándoos más ¿seré yo menos amado?